sábado, 1 de noviembre de 2014

La indecente moda del economicismo exacerbado.


     Ya nos hallamos en ese mundo del que Georges Orwell  afirmaba que la población piensa a través de la “neolengua” del poder.

 

     El estado llamado de “bienestar” está siendo sustituido por un estado feudal o más bien con trazas claras de un nuevo fascismo;  en el que ni la persona, ni la dignidad, ni la igualdad, ni la libertad, ni la fraternidad, ni, por su puesto, ningún derecho social o laboral, ni causa noble alguna, tienen cabida, si acaso se la  falsea o utiliza en beneficio de ese fin último; “el pelotazo”. Y todo ello a manos de un pensamiento único, de carácter puramente economicista que es el neoliberalismo exacerbado  que constituye otra perversión de la razón super ilustrada y manipulada.

 

     Es decir, el neoliberalismo proclama la libertad absoluta del mercado asegurando que el propio mercado se autorregula y elimina las injusticias, cosa nada más lejana de la realidad.

 

     Pero el significado y consecuencia inmediata de lo antedicho es que el ciudadano  deja de ser libre para convertirse en esclavo, en vasallo sin causa, ni protección del nuevo poder que alimenta al mercado financiero y capitalista. Se observa que esto  ha producido una transformación de la persona, forzada a un comportamiento animal de subsistencia, muy inferior al estado vasallático, como si se encontrara en una “jungla global”.

 

     La dignidad se disuelve en la necesidad del precariado de aceptar las condiciones laborales miserables. Y el trabajador ya no es persona porque no es un fin para sí mismo, sino para el mercado. Se convierte en un ínfimo instrumento de la ambición que generan la rapacidad de la bolsa y los mercados financieros; el canibalismo monstruoso que alimenta ese casino del poder.


     El neoliberalismo ha succionado la política. La política se ha convertido en sierva, bien pagada, de la economía. Y los políticos son los grandes farsantes que representan el teatro de la democracia.  Al servicio, no del pueblo, al que teóricamente representan, sino de ese poder económico depravado, que los alimenta inmoral y dadivosamente.

 

     El hombre que produce el capitalismo es insolidario, pero, fundamentalmente, es un ser con miedo. Primero se le ha generado una conciencia individualista que no es capaz de pensar en el otro, después se le obliga a una competencia férrea y finalmente se le amenaza con la pérdida del trabajo, su única forma de subsistencia, su único valor, puesto que ha sido reducido de persona a mercancía. Se le obliga a subsistir en la “jungla global”, a luchar con sus congeneres, a convertirse en un ser antropófago. Es decir finalmente entre políticos y economistas acaban de inventar el verbo “suicidarte”, en clara contraposición de suicidarme; me suicidan ellos  si no soy capaz de salir adelante en mi lucha de gladiador del mercado. Y hay que entender claramente que esto es algo imperativo que claramente fundamenta su mensaje: Yo me hago más y más rico y tú esclavo, si no puedes subsistir suicídate pero no me salpiques. De esta manera refrescan su conciencia ya que no te gasean, ni te fusilan.

 

     Afortunadamente el propio sistema informático de comunicación entre personas, que mantienen su libertad, al menos de pensamiento, comienza a descabalgar a estos monstruos corruptos del neoliberalismo exacerbado y se abre un nuevo mundo de esperanza al servicio de la justicia añorada… Y de la ecología.

 

Julio Viñuela del Collado

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